Entre mis sombras y mis luces

Existen muchas creencias de  cómo somos las psicólogas, la mayoría de personas creen que no tenemos los problemas que vemos en  las personas que atendemos, que somos una especie que no siente, que se las sabe todas, que podemos sanar todo, que no tenemos nuestra vida resuelta, que nos sobra el dinero y somos abundantes (creo que por eso piden tanto las sesiones gratuitas)  y en mi caso me dicen constantemente bruja.

Si creo  fielmente qué la diferencia entre un buen psicólogo y alguien que no lo es tanto, está en la capacidad de enfrentarnos a nuestras propias sombras y luces, está en tener la valentía de también nosotros ir a terapia, y sobre todo soltar toda creencia y juicio que tengamos que nos limiten al ver al otro sin proyectar nuestras creencias,  que generalmente  las que  me limitan y es allí donde el proceso terapéutico con el consultante se complica por que ya no podemos ser  objetivos.

Sin duda la historia de vida que tengas previamente al elegir ser psicólogo, marca un hito importante para aprender a reconocer en tí mismo esos traumas y heridas que muchas veces la búsqueda de encontrar respuestas te llevaron al mundo de la psicología.

En mi caso ser psicóloga era la opción más cercana a no estudiar sola, como buena dependiente emocional que era,  queriendo acompañar a mi mejor amigo, termine entrando a la universidad y él no, y  no fue hasta en el 3er. año de carrera que descubrí que realmente no me había equivocado y que estaba en la profesión que actualmente amo y agradezco todos los días.

Mis sombras son enormes y me han llevado a transitar momentos de vida donde el deseo de terminar con mi vida era una constante, darme cuenta que traía toda una patología de dependencia emocional integrada ha sido todo un desafío, toda mi personalidad se movía desde la víctima, la salvadora y la victimaria.  Desde el lugar de la víctima es donde mis sobras se muestran y actualmente ya logró identificar perfectamente e inmediatamente cuando mi mente trae un pensamiento desde allí, pero me ha llevado años de terapia y como dice mi psicólogo de “exorcizarme” para no darle lugar  de nuevo a esos pensamientos, y elegir no regresar a ese lugar que me causó tanto trauma y sufrimiento.

En la terapia grupal he visto la sombra de tantas mujeres gracias  qué yo también logro ver las mias, siempre las molesto y les digo que somos un AA de Dependencia y codependencia emocional, por que sin duda es algo hasta cultural y que viene en nuestra herencia emocional.

Desde mis sombras he aprendido tanto, me llevó al fondo del mar y me ahogue muchas veces pero no morí,   ahora me doy cuenta que como pude y con las herramientas que tenía en esos momentos lo lograba, eso  me lo enseño  la psicología, pero donde verdaderamente comencé a nadar  para salir del fondo fue cuando decidí a ir a terapia y me lo tomé en serio, hasta la fecha agradezco tanto mis días de sombra, por que me vuelven a conectar con mi humildad y compasión, recuerdo que uno de los autores que comenzó a  hacer ruido en  mis  pensamientos  fue Antony de Mello y tiene una frase que me marcó, “Estar despierto es aceptarlo todo, no como ley, no como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación” yo lo que más quería siempre era dormir, por qué quizás al despertar la vida sería diferente.

Pero nunca fue así, los problemas siempre estaban,  la luz comenzó a llegar cuando mis sombras se fueron integrando y las fui aceptando, ahora las contemplo cuando se presentan,  inmediatamente abro el diálogo con mi niña interior para saber que necesita, donde y como la estoy dejando abandonada (por qué esa es de mis principales heridas).

La dependencia me llevó a elegir tan malas compañías no sólo sentimentales sino  también en amistades que el precio se ha pagado alto.

Pero aprendí que esa sensibilidad de conectar con el otro, era uno de mis principales fortalezas, ahora en mi trabajo día a día  es mi GPS interno,  esa conexión con mi cuerpo que me hace sentir los entornos y me avisa cuando algo no va bien, se la debo a vivir enferma de niña y que haya aprendido a tener que explicarles a los médicos que me pasaba.  Por qué las visitas eran constantes.

Ahora mi sombra me permite ver en el otro mi espejo, mis momentos de luz casi siempre se han acompañado de un recuerdo que viene a mi mente y me hace atar memorias con el presente, mis momentos de luz han sido cuando me han pasado cosas que no puedo ni explicar pero que se sienten en paz, mis momentos de luz los veo muchas veces en las sesiones que tengo con mis pacientes y veo su transformación, mis momentos de luz están cuando logro tranquilizarme cuando me siento rechazada por que no encuentro la respuesta que esperaba.

Mis momentos de luz son cuando escribo, por qué es ese recordatorio que mi vida si ha cambiado, que ahora elijo estar despierta, viviendo, iluminando y aceptando, amando y fluyendo  a todo.

¿Tu ya estas listo para atender a tu sombra?

Compartir

Facebook
WhatsApp
Telegram
X
LinkedIn
Email
Selecciona tu moneda
GTQ Quetzal guatemalteco

Conecta con tu propósito

Pide tu copia aquí...